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martes, 26 de julio de 2011

Malas ideas.

Cuanto más tiempo paso aquí más inquietante me resulta la idea, idea que en noches farragosas se apodera de mi cabeza, de algún día escapar, salir fuera, toparme con la libertad como destino. Me joroba. Sé por otros y algunos ecos ensombrecidos, rumores y desconciertos, pero también por mí mismo cuando viví mi época de inconsciencia, desprovisto de todo aquello que ahora me aprisiona, ufano, repeinado, con zapatos y reloj de pulsera analógico, digo, por esa experiencia propia que aún anida en mi recuerdo, que no es fácil ni a veces soportable decidir qué va uno a comer al mediodía ni qué ropa o modelo de gafas elegir si en verdad uno las necesitara. Eso es así de palmario, y joroba. Sé que otros, precisamente, disfrutan con esos minúsculos obstáculos, es más, los ansían, forman parte de su irreflexiva existencia cotidiana. Allá ellos. Eso por no hablar de la repulsión que me ocasionaría contemplar ovejas muertas en los expositores de los supermercados, imagen que es superior a mis fuerzas; o carnes troceadas de otros animales de granja, como cerdos, gallinas o vacas. Si ya el ser humano provoca mis mayores desconfianzas, he de imaginar esos seres humanos nefandos que provistos de los utensilios más sofisticados dan muerte y luego descuartizan a esos otros seres vivos para después engullirlos en las más variadas y denigrantes formas. Y se parecen bastante a la idea que tengo de los exterminadores y aniquiladores sin escrúpulos. No sé si no será una idea desmedida la idea de algún día salir de aquí. Al cabo, y bien pensado, no deja de ser confortable estar a salvo de determinados ultrajes y visiones ofensivas. Y hay cosas peores a las que uno podría exponerse, como el ser arrastrado por un torrente pasional en el que una dama voraz e insaciable te devore hasta la saciedad y te deje los huesos alabeados y el seso laminado. O te acusen de algo, una sencilla multa, tropezarse con un concejal de fiestas o un vehemente conductor de autobuses. Las tragedias se ocultan tras los más inocentes setos de realidad. Ésta está rebosante siempre de elementos acechantes y no tardan en artillar sus inicuas maldades para hacerte desdichada la existencia hasta el punto de desear no haber nacido siquiera. Eso joroba. No estoy dispuesto a dejar que nadie me convenza de nada. Uf, es una idea  devastadora la idea de salir de aquí. Me refugiaré en los simulacros y en otras imperfecciones, mientras sean fascinantes.

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