Vistas de página en total

martes, 10 de marzo de 2009

El encerrado.


Se ha golpeado la cabeza con furia contra la pared, nos hemos quedado anonadados, o algo parecido. El caso es que, fijándonos en su mirada, hemos descubierto una mirada displicente. Suponemos que, mirado de lejos como lo miramos, hasta pudiera parecer descaro. Pero no hay que dejarse llevar por la severidad: no hay petulancia, ni rastro. Suponemos también que es el entusiasmo de estos días inesperados, el lejano asentimiento frente a la vida emperrada en serlo, sacudiéndose lluvias y fríos rigurosos de tanto tiempo. Estar encerrado, volvemos a suponer, fomenta el removimiento de vocablos, y aunque no habla, a buen seguro que sacuden de forma tumultuosa su cabeza: de ahí que se haya golpeado la cabeza con furia contra la pared, y de ahí que se haya vuelto a golpear la cabeza con furia contra la pared, y nos han informado que ya antes de nuestra presencia se había golpeado la cabeza con furia contra la pared dos veces consecutivas. Antes de acudir aquí, a observar al encerrado, danzábamos ufanos por el exterior, buscando el favor del sol en el césped, algunos en el césped púbico, según hemos sabido, de alguna dama desorientada. Estábamos aquí como lagartijas que despiertan, y hablábamos tumbados con los ojos cerrados. Mientras, como ya han comprobado, el encerrado se golpeaba la cabeza contra la pared, lo cual nosotros ni podíamos imaginar, porque en ese caso hubiésemos acudido con la mayor presteza a contemplar el espectáculo y analizarlo. Pero no, lo ignorábamos, porque así, tumbados al sol sobre el césped, los ojos cerrados, estábamos tomándole el pulso a este cambio tan banal al que nunca el ánimo se acostumbra, presintiendo que hemos nadado apenas el avance de una ola. Como si ensayáramos. Parece que va a desembocar la primavera en nuestros cuerpos y almas, si la tuviéramos. Y ahora, creemos, el encerrado siente eso mismo, que va a desembocar la primavera en su ser y no puede resistirlo, trata de expulsar esos vocablos, presumiblemente apasionados y grita: ¡No somos, aún no somos! Es la segunda vez que oímos su voz. Uno de nosotros ha dicho que en su mente, confusa, atormentada, al borde de la enajenación, están ovando los futuros, y en su escasa lucidez, pues está sometido a un régimen alimenticio pobre en yodo y vitamina B, se anima a pensar que sostiene una lejana predisposición al fracaso. Son hipótesis, pobrecillo. De lejana nada, el fracaso lo tiene al lado, tan pegado que lo devora por momentos. A lo mejor estamos equivocados: tanta ciencia no sirve para nada con estos individuos. Estamos procurándonos otro encerrado más, pero se resisten a ello, y son caros. Tendremos primero que completar a éste, si es que sobrevive a la primavera. Lo cuidaremos con desvelos o celos científicos. Lo nuestro es una búsqueda jamás desfallecida, agria y tenaz, casi enfermiza en pos de un descomunal o universal descubrimiento. Formulamos una mecánica de los sentimientos, casi a punto de descubrirse. Nos permitimos el sarcasmo feroz de los que aún pueden soñar conjeturas. Vamos para sabios, no vayan a creerse. Mejor no preguntar cómo. Mejor no colegir cuadraturas de nada: los viejos moralistas se escandalizarían. Tienen poca cosquilla éstos. Y no saben que hemos estado a punto de sufrir con él.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sigues asombrándome, mi querido amigo. Afortunadamente para mí, claro.
Voy a releerlo, esconde mucho más de lo que muestra.
Un abrazo y gracias por seguir "malgastando" esfuerzos.
Qué diantre, y un beso...

Malgastar esfuerzos dijo...

Yo sé que tú sabes leer más allá de las palabras, y eso no es muy común. Gracias a ti: asomarte por mi ventana siempre me produce alegría. Un beso, pues.