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miércoles, 2 de abril de 2008

Ángel el Listo, pordiosero.



Golpes, golpes, sonidos de golpes, contundentes, cercanos, lejanos, sucesivamente, incansables ¿cómo representarlos? Latían en su cabeza, atronaban, paraban con una sospechosa quietud, como recogiéndose para precipitarse de nuevo con total brutalidad sobre los temporales, uno nuevo, el golpe, peor, terrible, desolador, atávico. Glu, glu, estoy entrenado para los golpes, hecho un hacha ya, de los golpes, ciertos, inciertos, sobre mí, ininterrumpidamente, estos años, entre la maraña de palabras estériles que pretenden anunciarlos, y luego aliviarlos. Pero no, algunos echan raíces, permanecen, crecen, extendiéndose por todo mi ser, bifurcando ávidos y perniciosos en sus interminables ramificaciones, atroces, convencidos de su poder, si pudieran, si quisieran, lo que harían, lo que destruirían, lo irremediable de su dolor, sus mezclas diversas, furentes, sobre mí, cuerpo sin alma, destronado e incapaz de soportar ofertas de salud que lo renueven, porque el espíritu está podrido por la corrupción y los venenos. Golpes y gritos desgarradores, y a lo lejos, murmullos inarticulados que hieren como amenazas si no cumples. Hoy siento frío, y es por lo largo de los días, porque tendré que inventar, sé que tendré que improvisar, para sostenerme, gemiré, reiré, cacarearé, me postraré, suplicaré, conservaré aquellos inservibles elementos que sostienen a los demás engañados pero sanos, en el seno de la sociedad, danzando sobre el –no hay ni que decirlo- peligroso filo de la cuchilla. Golpes, suenan acezantes ¿cómo representarlos? Sobre mi cabeza aplastada, vencida, voy a moverme, no puedo, todo gira, a gran velocidad, a poca velocidad, a una velocidad uniformemente acelerada, voy a estallar, a desintegrarme en medio de uno de estos golpes infernales, a esparcirme en porciones dispares, y nadie me sobrevivirá luego, porque nadie debe, ni habrá que dar explicaciones engorrosas a los viandantes, porque estarán muertos y no las pedirán, porque nadie puede, estarán muertos y no las pedirán, no las pedirán, no las pedirán, ni murmurarán. Ahora murmuran porque están vivos y contemplan el espectáculo deplorable de hombre destruido por la venganza comunitaria, yo. Objeto, golpes penetrantes para los que estoy capacitado, más que nadie, por un entrenamiento largo de años, sin tregua, un monstruo para encajarlos, yo, hasta la extenuación. No hay estremecimiento al que no pueda o deba sobreponerme, porque mi esclavitud es inmaterial y me permite sofocar los golpes, glu, glu, para lo que, como digo, y digo, fui entrenado durante años, decenas de años, hasta convertirme en un portento digno del mayor asombro. Golpes en los sueños, los sueños que nos aseguran toda la impunidad, como, por ejemplo, tentar un hermoso seno de una hermosa señora, mientras ella sonríe complacida ante la aquiescencia de su señor marido, burgués arruinado, sin recibir el castigo propio, físico o moral, o de la misma conciencia; o, como, por ejemplo, hervir unas singulares ideas y servirlas ante una corte de puritanos. Salvaje crece la flor de mi cólera, en mis sueños, sueños que me aseguran toda la impunidad. Golpes que ni restan ni dividen, ante mi desesperación, Ángel, qué listo, y cómo se arrastra por las aceras, aunque pontificando, trazando inauditos planes sobre devoluciones de astrosos libros hallados en la sepsia repugnante de los contenedores a quién sabe qué dueño, golpes, y con qué extrañísimo motivo pretender acercarse de esa forma estúpida a la vida de alguien, seguramente sano en su putridez, y que sin duda le echará los perros sañudos que duermen plácidamente sobre la alfombra frente a la chimenea de noviembre, sin ganas de trabajar. La epidemia de las ideas, listo eres, cabrón, que usas la abundancia etílica para alumbrar las más peregrinas, audaces y absurdas. Otro golpe más, sobre las paredes del cráneo, que te ha derribado sobre el erial, y ya hace horas que el sol flota sobre la curva azul y estás desamparado, a pique de un abismo de fin de todo, y eres lo que antesdeayer antes de los billetes, antes del aseo, antes del desayuno, antes del antes que nunca existió, porque ya tu memoria lo fue borrando con la tenacidad y eficacia de la que se ha alimentado estos años de fracaso, de devastación, de anulación, Ángel, listo. Listillo. Toma golpes, más golpes, los golpes son la sal del desposeído, y los necesita para sobrevivir, para sentirlos sobre su cuerpo enteco, coleccionista de moratones, los más variados, en su policromía, en su tamaño y en su disposición. Otro golpe, ¿cómo representarlo? otro golpe. No sobreviene la calma, porque la calma te mata, es un horror la calma, insoportable es la calma. La calma es la muerte en ti. No tienes crédito en la calma ya. Murmullos, voces.
-Éste es Ángel, el Listo –escucha.
-Sí, lo es –alguien confirma. ¿Seré yo? -Está destruido de tanto beber anoche.
-Parece enfermo, tiene un aspecto espantoso, tío.
-Vamos a recogerlo y acercarlo a un hospital, o al albergue.
No, no, no, gritas mudamente, pordiós, estoy bien, sinceramente, estoy bien, dejadme, dejadme, dejadme aquí, con mis golpes, con mi plan, con mis desdichas. Pero no tienes fuerza para enfrentarte a ellos, que te recogen, te aúpan y te trasladan sin apenas esfuerzo, para procurarte el alivio samaritano que te devolverá a tu otra noche, la más áspera. Y te llevan acompañado de tus golpes, en volandas, hacia dónde, dices, hacia qué, preguntas, hacia qué nueva tormenta…


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Estoy despierto y huele a medicinas, y un susurreo pacificador me rodea. Siento mis ojos depositados sobre un horizonte de vaga esperanza, y siento otros ojos clavados en mí que me advierten que no queda rastro ya de esperanza en mi ser, y me lo claman en cada pestañeo. Maldigo la hora de mi nacimiento, la hora de mi crecimiento y la hora de mi vida, cualquiera que ésta sea. Amén.
-Vamos, señor, tómese esta sopa.
-No me apetece.
-Tiene que comer, para reponerse. Ha sufrido un desmayo.
-Me gusta desmayarme. Soy aficionado a ello.
-Déjese de tonterías, que si no, me despiden a mí.
-Es usted muy guapa. No la despedirán.
-Lo harán si no se toma la sopa.
-Ya verá cómo no.
-No sea terco. ¿Quiere que le dé un beso?
-Nadie me ha besado desde 1980.
Y la señora sonrió. Y el Listo se acercó a la bandeja y tomó una cucharada de sopa, tibia ya.

4 comentarios:

Nikté dijo...

Me podría explicar como debería tomar su comentario?
Se lo pido por favor

Un saludo

Malgastar esfuerzos dijo...

Tómelo como un elemento para potenciar su futuro; tómelo como un empujoncito para cambiar de sitio, que desde éste se ve mejor el paisaje; tómelo como un grumo irónico sin maldad. O no haga caso de nada, que ha sido una ocurrencia mientras leía, y carece de valor.
Dos saludos.

Diana dijo...

Siento que no te haya gustado, la verdad es que escribo sin ningún tipo de orden, sin ninguna estructura...es normal que la gente no se entere de nada. Intentaré mejorar. Gracias de todas formas por pasarte por mi blog. Un beso

Nikté dijo...

Para potenciar mi futuro?
Que futuro?
Para cambiar de lugar?
Que lugar?
No logro entenderte, aunque leí a esos autores a los que te referias y entonces entendi.

Podrías responderme?

Un saludo